domingo, 27 de enero de 2019

La puerta

No quiero cruzar esa puerta, cada vez que la abro vivo un mundo caótico, es horrible.
La puerta está en medio de mi cuarto y temo cruzarla, ella está ahí, llamándome, halándome.
No me dejo, me detengo en el marco con mis brazos y pies, con todas mis fuerzas y la cierro, con clavos y tablas.
Cada noche que cruzan los otros su puerta, salen felices, tranquilos, descansados.
Yo por no ingresar envejezco, me como la línea de vida que está en mi mano. Pero prefiero eso que ingresar porque cuando la cruzo aparece esta joven, sufre, tiene cargo de conciencia, ve a otros morir.
La puerta por fuera destruye el cuarto cuando está ella
¿Me lanzará de nuevo al mar o mi espalda golpeará una pared de ladrillos?
Uno sale ahogándose, agotado, sudando, cansado, nervioso, mi cuarto azul no es el mío.
Estoy comiendo mi vida por no cruzar pero ella come mi vida real también si ingreso.
Se me resecan los ojos, me duele la espalda, pero estoy alerta.
Cada día se siente más cansancio, quizá si vivo de nuevo esa guerra, si muero ahí, no habrá quien saque mi cuerpo jamás.
A veces cruzo porque no tengo fuerzas, mi paz ya me pide a gritos desfallecer.

martes, 15 de enero de 2019

El espíritu del páramo


Hace siglos, un indio sin querer descuidó una fogata que hizo con amigos cerca al Chimborazo y causó un incendio, por lo que rápidamente intentaron apagarlo, pero el daño al área afectada igual fue notorio. Cuando ya lograron extinguir las llamas, el joven vio a lo lejos un zorro gigante de amplias orejas puntiagudas, cola larga tupida, su pecho blanco y coloración de pelaje entre ceniza y naranja, como el color de las llamas, lo hipnotizó por completo.
El cargo de conciencia hizo que le dejara un poco de carne antes de irse. Desde ahí, el zorro colorado o lobo del páramo se acercaba seguido a la población, son criaturas muy tranquilas a pesar de su gran tamaño. Cientos de años pasaron antes que esto cambiara, pues, los españoles los comenzaron a cazar. El zorro que una vez vio al indio, era el inmortal jefe de la manada y seguía confiando ciegamente en los humanos, lástima que los mismos descendientes de indígenas, adaptaron costumbres extranjeras y, con nueva alimentación con animales traídos de Europa como vacas, gallinas, ovejas y demás animales, empezaron con la ganadería, invadiendo más terreno del páramo, su hogar. Los zorros sufrían hambre al reducirse su hogar y, como querían cazar tímidamente por las noches ovejas y vacas, causaron que los mismos indios los vieran como invasores, peste o amenaza. A pesar de eso, los lobos no olvidan un acto de amabilidad y siguen confiando, tímidamente, hasta el día de hoy.
Juan es un amable anciano que vive en el páramo y mientras cocina legumbres, cuenta a sus nietos sobre estos preciosos animales que tienen el cuerpo color del fuego y ceniza, con el pecho blanco, les enseña a respetarlos ya que existen cada vez menos. Años más tarde, cuando ya tuvieron sus hijos, su abuelo murió, así que visitaron su hogar ahora vacío y, como era tarde, prendieron algunas velas y pasaron la noche contando viejas historias entre ellos.
Recordaron cómo su abuelo narraba que veía a los guardianes del páramo cuando exploraba los alrededores de joven con sus amigos, que eran criaturas gigantes como lobos y su color del fuego contrastaba fácilmente, imitaron cómo él movía sus manos, fingía los gritos de sus amigos antes de salir corriendo, cuando vio a uno realmente gigante y muchas aventuras más que no fueron captadas con cámara.
    - Capaz que espantan a los animalitos con esas tontas carcasas… - Decía como excusa para no aprender a usar la tecnología.
Se reían amenamente cuando sintieron que alguien los observaba, cuán grande fue su sorpresa al distinguir en la ventana a un zorro colorado del páramo, como los que contaba su abuelo, con su color camuflado con la vela y sus ojos fijos, que luego se desvaneció en la penumbra como flor de ceniza.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Resaca


Me despierto, una señora coloca paños sobre mi frente y al sentarme me da de beber algo, sabe delicioso y es que los químicos se han intensificado, como enseguida todo y me da una pastilla. Me hace señas que debo tragar a secas y lo hago. Quiero comer verduras, eso me da más energía que éstas bebidas dulces. Estos químicos son envidiablemente deliciosos y adictivos, pero no curan mis ansias de dormir. Duermo sintiendo en mis cabellos las suaves manos de la señora, quizá la sensación más suave hasta ahora en mi vida.
Por primera vez duermo tranquila después de haber muerto en el mar de mi anterior vida, no sé dónde me lleva este barco, quizá después lo descubra. Los otros días recibo de tomar esa agua deliciosa y duermo, no sé cuántas veces ya he pasado por esto aquí. Un día saco la sábana y veo el pedazo de metal atravesado en mi pierna, no es parte de los metales líquidos ni del petróleo, sino la basura que normalmente flota. Cuando un día preparan algo varias personas junto a la señora y jalan, descubro el peor dolor que he sentido en mi vida, huelo un paño y duermo enseguida.
Cuando despierto para saber la verdad me arde ver una luz, la luz es dolorosa pero cálida a la vez, supongo que cuando me adapte a mi nueva vida, a lo que es la realidad lo sabré. De verdad es doloroso ver la luz después de dormir tanto tiempo. Al girar mi cabeza veo un chico arrodillado apoyado en sus pies que me mira con curiosidad, tez canela con ojos negros, cabello negro intenso, viste con pantalones largos y un buzo, se quita la mascarilla con su mano lastimada,  luce joven pero con mayor edad con respecto a mí, o quizá haya tomado suplementos y tenga el triple de edad. Recuerdo cuando llegué, la sangre, mi pequeño cuarto y descarto la idea.
Lo quiero mirar más tiempo, igual, mirar al techo la luz duele cada vez menos. Me mira como si quisiera hablar, pasan minutos, horas, siglos, siento algo seca mi garganta y lo intento por él:
-  Hablo espanés – levanto mi voz –. Hablo espanés. ES-PA-NÉS.
Noto que mis dientes ásperos saben agrios. El joven me mira con curiosidad y dice cosas que no entiendo, luego parece que saluda de muchas formas cuando identifico una y abro los ojos como nunca. Sonríe y dice:
-  Hola.
No evito abrir mis ojos más de la emoción, entiendo claramente y digo:
-  Hola – miro a todos lados –. Este barco es ilegal, ilegal.
Saca de una mochila atrás de él unas fotos, muchas fotos y las esparce en mi camilla, un futón en el suelo. Son tantas fotos que me da pereza pensar, pero es algo curioso, es el mundo exterior, al parecer empeoró el de mi infancia, el cielo está más rojo, la gente va con tubos de oxígeno y orejeras, hay muchas máquinas están en la calle extrayendo petróleo.
-  ¿Por qué? - Señalo la foto de la máquina en medio redondel – ya cambiaron el campo magnético.
-  Sí, pero quieren más – traga saliva –. Están extrayendo petróleo más profundo, en la capa siguiente de la Tierra, junto a otro líquido precioso, el que se queja es ejecutado por traición a la acción o disturbio público.
Recuerdo mi niñez, casi no comía ni veía a mis padres, trabajaban para el gobierno como obreros en los huertos subterráneos de fábricas extranjeras. Fue después del complot, todos consumían carne de trigo, de soja, de nuez, de lenteja o de quinoa, hasta que alguien siguió vendiendo carne escondida en la mezcla de las proteínas y le añadió una droga para provocar adicción sólo a su producto. Mucha gente cayó incluso antes de mis padres cuando eran niños. Mataron a todo el ganado de la Tierra para abastecer a nuestra especie y el responsable se volvió intocable por su fortuna. No me sorprendería que fuera el mismo quien hubiese boicoteado las energías renovables, porque muchísimo antes, la Tierra se estaba recuperando. Pero de la nada se ejecutó una ley de energía para todos y nadie debía reclamar, todo el que poseía estas energías limpias pagaba altos precios y destrozaban toda la fuente de su energía llevándosela como parte de ese incalculable pago. Y así dependemos de la energía nuclear nuevamente.
Yo soy el resultado de esa nueva generación, bueno, consumía pocas plantas que traían escondidas mis padres, para ellos, dependientes de la carne, era muy tarde, envejecían rápido. Lo recuerdo claramente, recuerdo el mar con sus manchas negras y residuos cubriendo su superficie, el cielo rojo, el usar mascarillas cada que salía de casa. Los residuos de basura que comíamos de los ricos, nos subsidiaban con una pastilla para comer las cosas descompuestas. Nuestra casa era compartida, un conteiner abandonado y transformado, dos pisos, estaba bien para mí.
Miro la venda de mi pierna, ya no está el metal atravesado, ahora llevo una camiseta mangas largas que cubre hasta mis muslos y la parte de tela de mi pierna recogida por la venda.
-  ¿Cómo te llamas? – Me pregunta.
-  Diez, digo Ikiru – .Sacudo mi cabeza como si eso arrancara el número que me han dado por todos esos años atrapada.
-  Puedes contar conmigo, – me dice mientras da un golpe a su pecho con seguridad – dime de dónde vienes Ikiru.
-  Vengo de Ushiferumen Lab., llamado Ushi Lab., - hago una pausa con vergüenza - era un experimento…
Me mira asustado, no lo creía, se tapó la boca con ambas manos despacio, luego se levantó y caminó por el cuarto dando vueltas, me pregunto porqué no se mareaba por el movimiento del barco.
-  Eras la carne, – hace un chasquido con sus dedos, asiente varias veces con su cabeza y se inclina a verme - ¿Eras la carne verdad?
-  No, – me mira con curiosidad y se sienta nuevamente – era la piel. No podía obtener leche y ni siquiera ser carne, – toco mis delgados brazos – por eso iba a ser piel.
-  La piel la produce Inu Industrias para los ricos con químicos.
-  Mentira – sacudo la cabeza –. La piel sólo la produce Ushi Lab., Inu es lo mismo que Ushi Lab., la gente piensa que son varias empresas pero los dueños son los mismos. – Hago una pausa – la ballena ¿Son carnívoros?
-  Todos somos carnívoros – se dice - ¿Quieres carne?
-  No, soy herbívora, – me mira con horror.
Le explico pacientemente que sólo los vegetales me dan energía y lo de mis padres, a cambio me cuenta que quieren atrapar un megalodonte, según él hay muchos en el océano y también piensa ver si existe la nueva tierra.

 

sábado, 17 de noviembre de 2018

Salida desesperada

Traté de salir por un costado y, cuando se acercaba mi turno, utilicé una fuerza que era desconocida hasta para mí. A pesar de los golpes, descargas eléctricas como agujas, disparos casi atinando y palizas, golpeé, usé la violencia contra ellos, con el efecto de náuseas por la medicación, no importa, corro en puntillas para no llamar a otros, gateo por ductos, huyo corriendo de luces hasta ver una compuerta donde tiran metales entre otros desperdicios, no importa, nada importa más que ver una vez más el cielo rojizo de mi infancia tal como lo veía al salir de mi casa. Al fin y al cabo fui un experimento más, lo sé, tengo conciencia del dolor como cualquier ser. Camino por todos lados y me choco con las paredes, la compuerta se va cerrando y lo logro, una vez más siento caer como cuando nos bajaron a todas a ese lugar, pero esta sensación es más duradera, me echo al vacío sin nada que esperar, respirando, sin nada que atrape mi cuerpo, sin esa sensación de ahogo al ver lo que pudo ser mi sangrienta muerte, de este modo sin sentir el impacto seco, caigo al agua, las olas furiosas me revuelven y me aplastan como si he hecho algo malo, no debo beber esta agua, es pesada, pero finalmente me echo al sentimiento de morir, quiero morir porque no soy nada. Si vuelvo a la tierra no tendré cómo vivir, no seré nadie.

Una repentina sensación de querer vivir hace que salga, aparte de la furiosa marea no siento nada alrededor mío, también siento un hormigueo que aumenta en mi pierna, recuerdo que si vuelvo no podré sobrevivir tampoco y me llevan las corrientes, así muero de la forma pacífica que nunca quise pero prefiero ahora que he sido botada al mar, comienzo a recordar gran parte de mi niñez y cierro mis ojos. Ahora el furioso mar hace una canción de arrullo mientras me pierdo para siempre en sus inmensos brazos.

Despierto, me ha atrapado alguna red, algo que no entiendo me dicen, estoy con mi camiseta nomás sobre mí, las corrientes arrancaron lo demás, creo que el mar me ha hecho estas heridas, veo mi pierna con un pedazo de metal atravesado, tengo marcas de la red acompañadas de un moretón hecho por el mismo barco en el que caí. Veo una ballena frente a mí, mirándome con ojos de piedad, pero la abren y se la comen enseguida hasta que los detienen unas señoras, me levanto asustada con mis brazos y choco con el que tenía un cuchillo atrás mío, lo miro pidiendo piedad, algo me dice y se acerca, vomito debido a la sacudida de las olas y por ver descuartizar la ballena. Es demasiada sangre ¿Hace cuánto se habían extinguido? Ya no hay peces en el agua y han encontrado un ser ahí. El grito de ese ser se fue tan fugaz como mi conciencia.


Corsario Suicida


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